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La vuelta a la actividad tras las vacaciones de Navidad suele venir acompañada de una sensación compartida en distintos contextos educativos y terapéuticos: a muchos niños les cuesta más concentrarse, regular su conducta o retomar rutinas que antes parecían consolidadas.
Esto se observa tanto en el aula como en consulta, en sesiones de apoyo o en otros espacios de intervención. Sin embargo, estas dificultades no suelen indicar un retroceso real ni una falta de capacidad. Desde la neuroeducación y la psicología del desarrollo sabemos que, en muchos casos, responden a expectativas o enfoques poco ajustados al momento cognitivo y emocional en el que se encuentran los niños tras las vacaciones.
Identificar los errores más habituales en este periodo de readaptación es clave para acompañar mejor el proceso y facilitar una transición más fluida hacia el aprendizaje y la autorregulación.
Error 1: Pretender retomar la actividad exactamente donde se dejó
Uno de los errores más frecuentes tras Navidad es asumir que enero debe comenzar como una continuación directa de diciembre. A nivel neurocognitivo, esto rara vez funciona.
Durante las vacaciones se producen cambios importantes en rutinas, horarios, niveles de estimulación y contextos relacionales. El cerebro infantil necesita tiempo para reorganizarse, recuperar la atención sostenida y volver a entrenar el autocontrol.
Cuando se exige un nivel de rendimiento o autorregulación inmediato, es habitual que aparezcan frustración, bloqueos o conductas desajustadas, tanto en el aula como en otros espacios de intervención.
Cómo evitarlo:
Dedicar los primeros días a reinstalar estructura y rutinas antes de aumentar la exigencia cognitiva.
Error 2: Interpretar las dificultades como falta de ganas o esfuerzo
Expresiones como “está despistado”, “le cuesta arrancar” o “parece que ha perdido hábitos” son habituales en enero. El problema no está en la observación, sino en la interpretación.
El cerebro infantil responde al contexto. Tras un periodo de alta estimulación y menor estructura, es normal que cueste más inhibir impulsos, sostener la atención o gestionar la frustración.
Cómo evitarlo:
Cambiar la mirada: no se trata de un problema de actitud, sino de un proceso de reajuste neurocognitivo esperable.
Error 3: Aumentar el control justo cuando más regulación se necesita
Ante el desajuste inicial, algunos profesionales tienden a reforzar el control externo: más normas, más correcciones o mayor presión para “volver al orden”. Aunque bienintencionado, este enfoque suele generar más tensión que regulación.
La regulación externa excesiva no sustituye a la regulación interna, especialmente cuando esta aún se está reconstruyendo.
Cómo evitarlo:
Ofrecer estructura clara, anticipación y coherencia, en lugar de incrementar la presión o el castigo.
Error 4: Sobrecargar de tareas para “recuperar el ritmo”
La sensación de haber perdido tiempo durante las vacaciones puede llevar a acelerar contenidos o aumentar la carga de trabajo en enero. Desde la neuroeducación, este enfoque suele ser poco eficaz.
Un cerebro desregulado aprende peor. Forzar aprendizajes sin atender primero a la base cognitiva y emocional ralentiza el progreso a medio plazo.
Cómo evitarlo:
Priorizar procesos (atención, organización, constancia) antes que cantidad de contenidos.
Error 5: Ignorar la dimensión emocional de la vuelta
La vuelta a la actividad no es solo cognitiva. Para muchos niños implica separación, cambios en la dinámica familiar, reajuste social y emocional.
Cuando esta dimensión se ignora, el malestar suele expresarse en forma de conducta, desconexión o resistencia, tanto en el aula como en otros contextos de intervención.
Cómo evitarlo:
Abrir espacios breves de expresión emocional y validar el proceso de adaptación, sin forzar ni patologizar.
Error 6: Tratar enero como un periodo “normal”
Enero no es un mes más. Es un periodo de transición y recolocación, y requiere un enfoque diferente al de otros momentos del año.
Cuando se reconoce esta singularidad, disminuyen los conflictos, mejora el clima relacional y se acelera la recuperación del ritmo de aprendizaje.
Cómo evitarlo:
Asumir que enero es un mes de reajuste, no de máxima exigencia.
Error 7: No comunicar a familias o equipos qué esperar
Cuando no se explica qué ocurre en este periodo, las dificultades suelen interpretarse como retrocesos o problemas individuales. Esto aumenta la preocupación y, en ocasiones, la presión sobre el niño.
Cómo evitarlo:
Compartir un mensaje claro y preventivo: la adaptación forma parte del proceso y requiere tiempo.
Ajustar no es bajar el nivel, es intervenir mejor
Evitar estos errores no significa relajar expectativas ni renunciar a objetivos educativos o terapéuticos. Significa ajustar la intervención -sea en el aula, en consulta o en sesiones de apoyo- al momento real del desarrollo cognitivo y emocional del niño.
Cuando las decisiones se alinean con cómo funciona el cerebro en este periodo de transición, la adaptación es más rápida, el malestar disminuye y el aprendizaje se consolida de forma más estable.
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